Querido Millennial:
Sé que has estado preocupado últimamente.
Hemos observado con atención tu pérfida fijación en la acedia y queremos felicitarte. Quizá seas el único espécimen capaz de permanecer en ese estado de letargo durante tanto tiempo. ¡Enhorabuena!
Tu evolución ha sido notable. En tus primeros años como ser humano recibiste el aliento de tus padres, una generación que creía en la lucha y en los ideales. Aunque te creíste en un primer momento la historieta de que podías cambiar el mundo y convertirlo en un lugar mejor, conseguiste desmarcarte en cuanto creciste, tomaste vuelo y tiraste la toalla con puntería. ¡Felicidades! Oficialmente eres un ser mediocre. Vivir el momento sin contemplar trascendencia alguna es tu filosofía. Conformarse con lo mínimo, tu lema.
Por supuesto, víctima de las circunstancias, descubriste rápidamente que las profecías de tus ancestros se habían cumplido: vivimos en 1984. ¡Oh!, ¿qué será de ti, buen amigo? ¡Ya no queda nada ni nadie en lo que creer! Incluso tu alma, la que vendiste por el céntimo de la suerte, está corrupta. Y tú, poeta maldito, te quedaste sin musa. ¡Sigue compadeciéndote de ti mismo en ese rincón! Disfruta de ser la carroña que se devora a sí misma.
¿Y si no queda nada por lo que luchar? ¿Si no hay sueños que alcanzar? ¡Pues déjate llevar! Así, con la sonrisa puesta, con la anestesia en vena. Con tu burbuja de metal, bebiendo de tu pus, amándote a ti mismo y restregándote sobre los demás, que como tú, están podridos.
¡Bienvenido! A partir de ahora quedarás borrado de la historia. Tu nombre pasará sin pena ni gloria. Y las generaciones futuras recordarán tu generación como la generación fantasma.
Mientras tanto, aquí te espero, sentado sobre tu lápida.
Deseando que llegues.
Atentamente,
tu muerte.