Translate

miércoles, 25 de mayo de 2016

Paseo por la luna

Paseo por la luna. Su arena blanca y plateada me besa los pies sin esperar que de mi boca salga un silencio. Respiro hondo y puedo sentir todos aquellos anhelos cantar la belleza de la magia de sus sueños, y de sus pasiones.

Hoy es miércoles, mitad de semana, y miro atrás. Me parece haber triunfado en mi paseo por la luna. Fueron muchos los que intentaron tantas cosas y fallaron tantas veces, que me desanimaba en creer que yo, siendo la más pequeña de todas, pudiera alcanzar cumbre tan alta como la luna. Y, sin embargo, aquí estoy. Corrí muchas veces, salté muchas veces, trepé por los árboles más altos... recé por obtener el secreto de los pájaros, lloré y desesperé, quise rendirme tantas veces, desistir de sueños tan altos. Y, sin embargo, aquí estoy. Aquí estoy y es ahora la luna la que me pide que me quede, intenta convencerme haciendo mimos a mis pies con aquellos sus labios plateados tan suaves.

Paseo por la luna, y en mi paseo he encontrado muchos espejos que me muestran mi rostro reluciente y cansado al mismo tiempo. Todos ellos corrieron y saltaron, treparon también por los árboles más altos. Hubo algunos que no tardaron mucho en encontrar la puerta que los llevaría a alcanzar la luna, y en su trayecto tanta gente los alabó que se creyeron superiores al resto del mundo. Hubo otros a los que les corrieron gotas de sangre por la frente, gotas de sufrimiento que siempre admiraré por el miedo que me produce mirar un sufrimiento que a mí no me costó mi esfuerzo.

Paseo por la luna, y en mi paseo los espejos cada vez brillan menos. Algunos se han hecho pequeñas casetas de arena blanca y plateada donde comer y vivir, pero mientras más se empeñan en construir castillos de arena, más brillante me parece el sol, estrella dorada y más lejana aún que la luna. 

La luna se ha llenado de caretas, caretas de cartón que me parecen tristes y grises. La arena de esta luna me parece ya cenizas de sueños aburridos y cansados. Miro el sol como un sueño dorado. Y ya no paseo por la luna. Ahora hallo la manera de correr, saltar e inventar los árboles más altos para alcanzar aquella nueva luna dorada que me ciega a cada intento por descubrir su belleza.

jueves, 19 de mayo de 2016

En una botella

Se me achica el corazón y quisiera meterlo en una botella.
En una botella de cristal, quizás, de la que no pudieran escaparse las lágrimas... ni los recuerdos.

Llegué a este navío sin timón ni ancla que pudiera ofrecer al mar,
llegué en un día nublado y extrañé los días dorados de mi tierra natal.
Y así, temblorosa y al mismo tiempo deseosa de ver en mis ojos los retos soñados,
encontré a tantas mujeres,
resplandecientes como el sol,
tan bellas como la luna.

No sé si fueron sus sonrisas las que me cautivaron,
quizá alguno de sus pensamientos dorados.
No sé si sería la admiración de aquellas manos,
fuertes como la tierra de la que nace el roble tan esperado.

Quizá fueron aquellos ojos valientes,
quizá las lágrimas ardientes,
o quizá sus voces de amor aprisionado.

Y la verdad es que las palabras se me quedan cortas para pintar aquellas almas,
porque no me basta el rosa con el que seduce la sonrisa de Sandra,
ni el color azul supera a Bertha en sus tan divertidas gracias.

Quisiera pintarlas verdes,
o de algún color alegre para cantar la música de Ariana,
de algún rojizo quebradizo que pintara la fortaleza de Jara.

Quizá para mi buena amiga Karol tomaría prestado el cobre de sus ojos dulces,
quizá un poco de brillo para ver sonreír de Sole sus pequeñas ilusiones,
y por qué no también un corte de elegancia para las cenas al despuntar el Alba.

He aprendido muchas cosas y todas me las llevo a una nueva vida,
una vida sin ver a ninguna y sin embargo de pensarlas una a una.

Se me achica el corazón con todos estos recuerdos,
y ojalá, quizá en un futuro cercano, tantos colores se reúnan otra vez,
pues el cielo no es lo suficientemente bonito si no presume de naranjas, azules y rosas.

Prometo que el día de hoy meteré a Londres en una botella,
en una botella de cristal, quizás, de la que no puedan escaparse las lágrimas... ni los recuerdos.

jueves, 12 de mayo de 2016

La mentira de la poesía

Me pediste un poema de la luna, sin saber que ésta había perdido su candidez.
Me pediste un poema de las montañas, sin saber que eran labios de mujer.
Me pediste un poema de algún atardecer, sin saber que sus colores eran robo de tu tez.
Me pediste tantas cosas que no podías ver...

Y no llores por creer que no te quiero en tu inocencia.
Con tus ojos dormidos, con tu boca torcida...
No llores por creer que te oculto las verdades con mentiras
pues ¿qué es verdad y qué es mentira?

Si han sido mis mentiras las que cubrieron de plata el cielo gris por el que llorabas,
las que cubrieron con flores el frío de tu cuerpo en una atormentada primavera,
Si han sido mis mentiras la causa de que hoy me mires de la forma en que me miras,
y que bajo aquella mirada se adorne tu rostro con una dulce sonrisa...

Si fue todo aquello obra mía y de mis mentiras,
no me prohíbas mentirte,
porque mentiré una y mil veces siempre,
por ser la mentira tu sueño y la realidad tu pesadilla,

y en ilusiones perfectas quisiera ver siempre
sumidos aquellos ojos olor canela
que con su brillo me regalaron realidades distintas,
de ilusiones que juntos hayamos compartidas.

jueves, 5 de mayo de 2016

La frontera

A esas horas en las que la noche inunda las calles para esconderse del silencio, soplaba un viento frío y tímido que asustaba a los coyotes.
En estos paisajes tan hostiles se espera que todo habitante, en caso de que los haya, se refugie si lo encuentra la noche y espere con paciencia el amanecer, bajo riesgo de sufrir sentencia de muerte por intentar buscar la libertad en parajes prohibidos.

A aquellas horas por aquellos parajes irrumpió un camión de mercancías que, si bien no era discreto el violento runrún de su motor, intentaba disimular al menos con las luces completamente apagadas, para evitar ser atrapado entre miradas indiscretas uniformadas.

Así, en la mitad de la nada, el conductor apagó el motor y un minuto de silencio se ofreció por la sangre silenciada al sonido del cañón de fantasmas pasados que habían caminado bajo aquella misma noche sin luna.

Se abrieron las puertas traseras del camión de hojalata y empezaron a salir sueños y esperanzas con casi no más equipaje que lo puesto. Solitarios, en parejas o en familias se agruparon y el conductor no les ofreció más ayuda que unas palabras de buena suerte. Desconcertados y desorientados, con la piel de un erizo, se tomaron de la mano y se lanzaron al vacío. La adrenalina sería tal vez lo único que los mantendría vivos.

Pronto se empezaron a escuchar las voces, ladridos de perros y fugaces movimientos de lámparas. No había mucho dónde esconderse. Lo que fue perjuicio para unos fue salvación para otros. Al final, del grupo de diez que había bajado del camión quedaron solo dos, dos que en un par de meses serían tres. La mujer, que se había encariñado con otra madre del camión, le regaló un último vistazo de despedida, una mirada lastimera que prometía acordarse de ella en las nuevas tierras. Y echaron a correr.

Corrieron sin mirar atrás hasta que atrás también dejaron la frontera. ¡Lo habían conseguido! Habían conseguido llegar a la tierra del oro verde, de la libertad y de la felicidad... de los sueños cumplidos.


El tiempo se fugó sin pedirles permiso y, tras veinte años, la pareja, con dos bonitos hijos, sigue esperando el oro verde que crece escaso con mucho trabajo, la libertad del ciudadano que respira tranquilo por las calles, y la felicidad... Aprendieron que la felicidad no estaba en aquellas tierras sino en ellos mismos, y que los sueños que tuvieron tantos años atrás seguirían siendo prohibidos.