Aquí estamos, otra vez, con la
incertidumbre del ayer. Escribiendo líneas que no volverás a leer. En tu afán
por controlarlo todo, con la arrogancia de querer escribir tu propio destino. A
sabiendas de que ni tú ni tus miedos serán los que firmen tu acta de defunción,
ni los que te lleven flores cuando ya no
estés. Y aun así, necia. Sigues escribiendo.
¿Por qué no? Pusiste tu nombre a
la constelación más bella, creíste obtener cuanto quisiste. ¿Y qué te queda? La
incertidumbre del ayer. Y el tintineo de tus medallitas de hojalata.
Quizá el reclamo de tus
inseguridades no calle nunca, quizá te siga exigiendo que escribas y escribas
aún si ya no queda tinta. ¡Déjate sorprender! Busca sin esperar encontrar, olvida
las estrategias, que no estamos en guerra. ¡Y cánsate de querer encontrarte a
ti misma!, porque lo que más daño te ha hecho ha sido dejar el espejo frente a
tu cama tanto tiempo. Rómpelo, mira por la ventana, vive por quienes amas, y
ama a todos sin desconfianzas.
¡Arranca lo que queda de ti y
arrójalo a los perros! ¡No desees la libertad, tira el boli y empieza a
vivirla! Y si sueñas, sueña, con los pies en la arena.
Porque siempre fuiste pequeña. Lo
sabes, ¿no? Tan pequeña, tan ciega, pero creyéndote gigante, soberbia. Y ahora
que empiezas todo de nuevo, sonríes. Estás muerta de miedo, pero miras al cielo
y sonríes. Te sientes libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario