Aquella canción que había cantado y bailado tanto en un pasado lejano le perforaba hoy las sienes con crudeza y no podía evitar sentir ese calor carbonífero de ira levantarse en el interior de su cuerpo hasta su garganta.
Sin delicadeza alguna, dejó caer y deslizar con brusquedad su dedo sobre la pantalla luminosa, tras lo cual la irritante melodía enmudeció. Por un momento olvidó lo que la rodeaba y dejó que su nariz absorbiera la suavidad y ternura de la almohada hundiendo su cabeza en ella.
Minutos después, los borrones de la noche se habían disipado, y antes de poner pies en tierra se acercó al rectangular espejo negro y lo encendió. Observó con una cosquilla alegre la noticia de haber recibido una petición de amistad en su preferida red social; sin embargo, después de que su pulgar hubiera abierto con gran agilidad la ventana con la notificación, descubrió que aquel pretendiente de amistad era un completo desconocido para ella. Su nombre leía "Jaime González Pérez" y su foto de perfil mostraba tan solo una silueta gris que por defecto recibían todos los usuarios nuevos. Como buena profesional en el tema, indagó en su información de contacto, pero los recuadros en blanco no daban pista alguna sobre aquella identidad. Sin darle mayor importancia ni sopesar la decisión un segundo más, lo aceptó en un click.
Los días pasaron sin respeto al tiempo y las flores empezaron a brotar en los campos, las hojas recubrieron las ramas de los árboles y el sol visitó con mayor frecuencia las calles. Como buena adolescente, decidió enterrar los dramas y amoríos vividos durante el invierno para empezar a vivir otros nuevos más intensos como preparación de cara al verano. Nuevas discusiones con los padres, fiestas y venganzas con las amigas, mariposas verdes con los chicos guapos nuevos... y por supuesto, también algún tipo de responsabilidad mínima en el colegio. Así, después de tantas cosas vividas y por vivir, el primer mensaje le llegó por sorpresa:
- Hola - le había escrito el tal Jaime González Pérez que ella difícilmente recordaba. Por esta razón, no le pareció mala idea responderle: - ¿Quién eres?
- Un amigo - se apresuró a decir la silueta gris. Y, sin darse cuenta, aquel desconocido que había callado durante tantos meses se convirtió en pocas semanas en ese amigo que le había prometido en aquella respuesta.
Ella había preferido no insistir demasiado en pedirle información para desvelar la incógnita de su identidad, pues él parecía tener siempre una buena excusa para negársela y ella terminó aceptando el reto de mantener un secreto, un reto de imaginar mil posibles rostros a su amigo desconocido.
Siempre estaba conectado para ella, para que pudiera contarle sus alegrías y sus penas. Muchas veces mantuvo conversaciones de madrugada contándole sus intimidades más ocultas, haciendo que cada día creciera más grande la certeza en ella de que aquella relación jamás terminaría, pues él se había convertido en la persona que más sabía de ella en este mundo. No era tanto una cuestión de haber compartido como de saber que no se puede dejar viva o libre a la persona que ha descubierto todas las entradas a tu talón de Aquiles.
Las hojas se habían secado una a una y el viento las arrastraba por las calles en montón, sin la menor distinción. Y mientras más grises amanecían los días, más tiempo pasaba ella preguntándose sobre el color del brillo de los ojos de Jaime, pero un día con cierta molestia se percató de que lo que ella pensaba que se trataba de una amistad correspondida había sido tan solo una ficción creada por Internet y su cabeza pues, a pesar de que había pasado ya un año, ella sabía tan poco de él como cuando vio por primera vez su nombre. Se propuso entonces, a toda costa, conseguir acordar una cita para ver, cara a cara, a Jaime.
---Continuará el miércoles 23 de marzo---
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