Hastío. Soledad. Frío. Incertidumbre. Vacío.
El alma inhabita y el cuerpo abandonado tirita congelado. Se ha ido sin decir adiós, no hubo un último mirar con compasión. Quizá ni ella misma tenía pensada su partida, partiría en un arranque de ira. Sin más se fue y nunca supe el porqué. ¿Qué es de esta oscuridad que me rodea? Amor vacío, amor sufriente, amor dolido, amor sin nombre.
Un día más, y como siempre, el papel clama su deseo por ser escrito. ¿Qué puedo decirle? Si me quedan solo nubes y borrones de tinta negra. Me ha dejado, sin más, sin ningún atisbo de remordimiento. Y es que sin ella me queda solo escribir cuencos vacíos, hambrientos de una dignidad de la que hoy carezco.
Dime, lector que sufre estas secas palabras, ¿algún día volverá? ¿Se acordará de mí acaso allá donde esté? ¿Recordará nuestros buenos momentos como lo hago yo hoy ahogada en melancolía?
Dime, lector impaciente, ¿qué será de mí? ¿La esperaré para siempre? ¿Seré lo suficientemente valiente? ¿o me venderé con el mejor postor para calmar mi sed?, para colmarme de dichas de cartón pintado.
Me pregunto, lector, si tú te irás también, o si en cambio querrás emprender la búsqueda conmigo.
Si te vas, no te culpo, eres el único que goza de libertad. Si te quedas, compartiremos el último rayo de esperanza como se comparte el último trozo de pan en la mesa.
¿Sabes? Pienso que quizá ella se fue por celos. Lo nuestro, que era un amor compartido, quizá era también un amor prohibido. Pero en cuanto la encuentre le hablaré de gorriones y silencios bellos. Dime tú, lector, qué harás para ayudarme... si es que prometes no dejarme. Quizá en el camino encontremos a las musas que me regalaron a este amor perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario